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martes, 29 de julio de 2014


LA ENTRADA DEL GRAN PODER:


Una historia de poder y estatus de ser individual a ser colectivo
por: Pablo Aranda Manrique
                                                                                                       
A manera de prologo

En este documento se trata de ver la historiografía en relación con las ciencias sociales, en una perspectiva cultural que en la búsqueda de relacionar a la historia con el poder, encontramos una expresión ancestral como es la danza, en este caso, la Entrada del Señor Jesús del Gran Poder, nos permite a partir de la realidad hacer historia. Es el tema de la cotidianidad, el encuentro del individuo con su ser colectivo a través de su cultura, con la determinación de ascenso en la escala social, al cual responde su ser, en un comportamiento propio de la acción de la toma del poder, reafirma su autoestima, al adoptar un rol, en este caso el individuo que pasa a la categoría de fraterno, aunque el termino evolucionado es folklorista, palabra inglesa que hace referencia al saber del pueblo, pero que en nuestro medio es traducida como danzante, bailarín, representante de la cultura con una carga emocional, que reivindica el anhelo de dominación del prójimo a través de la ostentación.

Ese empoderamiento que analizamos, tiene un pasado de opresión, humillación, el de ser mestizo, criollo o indio y por esto, no acceder a una sociedad eurocentrista, que ve en el hombre de tez clara, un modelo, y en el capitalismo neoliberal, su ejemplo de empresa y organización. Sabe que en lucha por su asenso para pertenecer a un círculo de pequeño emprendedor o empresario privado, requiere no solo alcurnia sino riqueza heredada, al pertenecer a una fraternidad adquiere ese rol y al ser parte de una gran organización también cumple su afán de ganar territorio, a lo largo del documento la metáfora entrada del gran poder, la contrastaremos con la ciudad , con la macro organización y con la empresa, para comprender su desarrollo y su contenido vamos a parangonarla con el panoptismo en la concepción de Foucault, que en la actualidad no es la cárcel con una torre de control solamente, sino que se asemeja a una ciudadela de cristal que ejerce un control en sus miembros, exigiendo transparencia pero a la vez con cierto grado de boyerismo y exhicionismo, propio de sociedades acostumbradas al hostigamiento y desmedido control.

El análisis de la entrada del señor del gran poder, es transversalizado en este trabajo, a partir del panoptismo, que en esa relación de la historia y el poder, también tiene en su abordaje metodológico la descripción y el comentario de los detalles, en la manifestación del hecho histórico, no solo al analizar sus relaciones de causa y efecto en una visión macro sino en la riqueza de la fragmentación del discurso. El panóptico es entendido como un modo generalizador, “una manera de definir las relaciones del poder con la vida cotidiana de los hombres” (Foucault, 1993:208). Abstraído de todo obstáculo , de toda resistencia , la visión al contrario de la de Bentham lo pre­senta como una institución particular, bien cerrada sobre ella misma, en Foucault es transparente, donde el ejercicio del poder es controlado por la sociedad entera, en el caso de la entrada hablamos de un control total y transparente del movimiento de cada fraternidad y de cada fraterno, cada uno tiene su lugar y su función en todo momento, en esta organización onírica se juegan roles atribuidos por el control social, serán expulsados quienes salen de ese marco.

La territorialidad del fraterno: de Chijini al Prado

Es una toma pacífica de la ciudad, en la fiesta esta presente en el calendario de entradas, marchas y desfiles que es menester que ocupen el centro de la ciudad de La Paz, el escenario se predispone semanas antes, los ensayos de coreografía meses antes, pero qué hay de una ciudad metropolitana de aproximadamente 80.000 habitantes que se siente atravesada, dividida en dos el día de la fiesta, no es de extrañar, La Paz, siempre estuvo dividida, desde su fundación, el río Choqueyapu era la frontera entre blancos e indios, cada uno con su Iglesia, Churubamba para los españoles y San Francisco para los indios. En la fiesta ingresa la comitiva por el centro retando a quienes habitan a desgarrar su identidad, unos los de automóviles y comodidades, fatigados por la intromisión de  quienes solo beben y hacen demostración de tiempo para perderlo, y los otros, los más, quienes se apostan en las graderías, en las calles y en los edificios para aclamar a sus estrellas, al año comentan entre ellos, serán los próximos fraternos en la morenada de su predilección.

La invasión no muy silenciosa, la integran los músicos engalanados con lujosos atuendos, incansables tropas de Morenos y sus cholitas, Thinkus, Caporales, Llameros y Cullahuas, coreando alegres estribillos que hacen eco a los instrumentos de las bandas, el poder del gran poder, si antes la fraternidad tenía cuatro tropas hoy tiene seis, si antes eran dos bandas ahora son tres, sin antes los músicos solo tocaban hoy cantan, entonan coros en una demostración de fuerza y cantidad,  todos pueden y se sobreponen al resto en una franca competencia producto del afán de ganar y mostrar más lujo, más poder. 

El escenario es un juego de toma de territorios,  se inicia primero en la zona, después en el barrio, posteriormente en varias zonas y hoy en la ciudad entera, decía Goffman en el año 1967: “estrecho entrelazamiento entre las propiedades rituales de las personas (léase individuos) y las formas egocéntricas de la territorialidad”, fueron así conquistando calles y avenidas, ampliando el territorio, aunque después de la fiesta quienes ostentan poder, estén diseminados en toda la ciudad y en El Alto, sus directivos, cabezas, alférez y prestes, tienen su territorio base, la calle de los electrodomésticos, de la última tecnología, de la línea blanca, la zona del contrabando.

En otrora las calles León de la Barra y la Eloy Salmón, bastaban para albergar a los vendedores de radios, pilas y máquinas de coser, ahora los límites se extienden en la medida en la que crece el comercio de la zona, con sucursales en la calle Huyustus y en cada una de los mercados que albergan el comercio informal, extendiéndose en la toma de la ciudad, pero los mayoristas se encuentran en la cuna del folklorismo, la zona del Gran Poder. “La demarcación de territorios y regiones rompe y rehace antiguas divisiones geográficas, y crea nuevos límites y flujos” (Gonzáles 2006:423), en esta máxima diría Gonzáles Casanova se expande el comercio con capitales nativos públicos y privados, es indudable que la fiesta además al invadir la zona central lleva consigo un movimiento económico que en muchos casos alivia el alto costo de vida para quienes viven de trabajos temporales y no tienen un ingreso económico estable o es muy reducido.

El poder de la máscara: del comportamiento individual al colectivo

Ya lo decía Silvia Rivera, son siglos de resistencia envueltos en transformaciones culturales que tienen vínculos de violencia estructural, en esa línea, el comportamiento humano es contestatario, en cuanto es violentado el individuo reacciona frente con empoderamiento y cierta violencia también, esos rostros del gran poder que en fiesta cambian de color , se vuelven más homogéneos con el grupo, son propios de “ideologías ancladas en la homegenidad cultural” (Rivera en Barrios, 1993:30), la sumisión y empeño por el buen servicio a quienes prejuzgan su relación de poder el momento de la transacción monetaria, me refiero a quienes invaden también en tiempo de paz, para el abastecimiento de productos que están a la venta, ejercen cierto poder sobre vendedores, el hecho de que en la transacción, ejerce su poder quien hace la compra y violenta a quien la vende en una relación desigual. Esos semblantes de vendedoras y vendedores, de carniceros, minoristas, y ramas anexas que participan en la fiesta cambian, se transforman para la fecha, adquieren un poder. Ya no están en sus puestos, en las tiendas, en el comercio, están en un espacio público que toman a manera de conquista, están del otro lado del mostrador.

El espacio público además, esta delimitado por un estímulo que supera la inseguridad, flanqueado por paredes de cerveza, ayuda el estado de emotividad para ser más dueños del comportamiento colectivo, el hecho de beber en público da cierto nivel de trascendencia al transgredir el orden público, “cuando una persona presiente que está en cara responde en general con sentimientos de seguridad”, en otrora quienes vestían diferente por el uso de la pollera, tenían rasgos más morenos y lenguaje popular, los vendedores de pilas Rayo Back, los tocuyeros y bordadores, hoy sus hijos y en algún caso sus nietos, comparten sus actividades comerciales con otras profesionales que, no solo hacen del comercio su medio de vida sino el ejercicio de la profesión libre proporciona sustento.

A partir de la descripción de lo cotidiano en detalles, Foucault y la historia, nos orienta en la reflexión de la riqueza del discurso que observamos en la entrada del Señor del Gran Poder, es propio de una sociedad en rebeldía en constante lucha de clases que vierte en cada elemento: los trajes, el arreglo corporal, las bandas, los pasos, la coreografía, los ritos antes y después del evento, muestran en su conducta la necesidad de ocuparse de sí como individuo e insertarse en su fraternidad, para tomar el control como ser colectivo. Solamente observando los cambios en el atavío y el abalorio del cuerpo, se entiende esa necesidad de asenso de ahí que las fraternas asumen el mismo color de tinte de cabello, los mejores intentos por igualar el maquillaje y los accesorios, buscan la homogeneizar hasta el barniz de las uñas, en un intento por cambiar su mirada hacia sí, del cotidiano día o días de  trabajo agotador, en el comercio o en la actividad laboral, una vez al año llegan semanas en que peinados y vestimentas cambian un cuerpo agobiado por el trabajo. Sin embargo no es el carnaval que en el desorden y la lujuria encuentra su catarsis, al contrario, se impone un derroche desmesurado, paradójicamente en un orden estricto.

El rostro siempre usa una máscara en su asenso social, la pregunta es si para acceder a la nueva clase social, llamada burguesía chola o clase emergente, es imprescindible que pasen por una fraternidad, se codeen con las élites folkloristas, no asumiendo su clase media al preferir llamarse clase folklorista, revitalizador, heraldo de la cultura. Tal vez en un afán de pasar de lo individual a lo colectivo no importa si los hijos de los comerciantes estudiaron en colegios particulares donde les enseñaron a odiar lo popular o en universidades extranjeras donde aprendieron la importancia de la interculturalidad. La respuesta no se deja esperar, no se trata de autóctonos o individuos de estirpe migratoria cuyos abuelos emigraron del campo para iniciar un pequeño negocio, hoy son señores folkloristas que pasan a la categoría colectiva de “devotos” que al bailar por devoción se insertan en un colectivo, no solamente cuyo poder emana de lo económico o la posibilidad de su participación en la fiesta, sino su motivación es religiosa y no hay poder más grande que el participar de lo divino.

Justifiquemos esa ascensión de clase popular a clase folklórica devota: Primero, esa cara responde a la milenaria solicitud de que el individuo esta inmerso en la fe católica a un señor que inicialmente tenía tres rostros, la trinidad en un cuadro que, posteriormente por orden de la iglesia, se queda con un solo rostro, es una buena posición en la sociedad: el ser religioso. Segundo, el asenso de clase justifica y equilibra,  el requisito principal para ser socialmente aceptado, que es el ser blanco y mucho mejor con un algo que ligue el apellido con España, en este caso se justificaron los cambios de apellido, acción bien ilustrada en el antes mencionado ex vicepresidente y hoy presidente de la Morenada Señorial Illimani. Y tercero, la relevancia del proceso de exclusión: la de crecientes poblaciones que pese a haber abandonado la comunidad, la agricultura y hasta la identidad indígena para migrar a las ciudades, tampoco han encontrado vías de asimilación a la cultura occidental criolla, los cholos, Xavier Albo, nos habla de “cabalgar entre dos mundos” y que por su capacidad de articularlos, sin poder dejar atrás el estigma de “casi o ex indios” habitan nuestras sociedades en condiciones de discriminación.

Nueva parada: en el panoptismo de la exclusión

Elegantes vestimentas, trajes estilizados con mucho que mostrar y muy apretados en las y los jóvenes, en las señoras mucha joya de oro, al punto que si antes las mujeres iban detrás de los morenos, hoy los morenos van detrás de las señoras, en general, contratan servicios de seguridad para bailar tranquilos. La ostentación en el vestir se completa con el derroche en la bebida y la demostración amenazante que se puede romper con una norma social de sobriedad, es difícil erradicar la imagen del moreno y la “palomita blanca o rosa de Viacha” con una lata de cerveza en la mano, esta imagen completa el espacio ganado en medio de la urbe paceña y a lo largo del recorrido de la entrada, para Bourdieu “El espacio social se define como una exclusión mutua, o la distinción de las posiciones que lo constituyen… como estructura de yuxtaposición de estructuras sociales … una topología social …. La distinción”.

En su idea de panoptismo Foucault nos hace ver una ciudad tomada por las fraternidades que testifican su poder a través de la demarcación de su recorrido, si se desea ver la coreografía o la disposición se requiere estar en un lugar alto, las graderías no bastan serán los edificios altos que harán de torres de vigilancia, atalayas en las cuales se aprecia el poderío del fraterno que por un día y algunos fines de semana gobierna la ciudad y la zona de procedencia,
 “La ciudad apesta­da, toda ella atravesada de jerarquía, de vigilancia de inspección, de escritura, la ciudad inmovilizada en el funcionamiento de un poder extensivo que se ejerce de manera distinta sobre todos los cuerpos individuales, es la utopía de la ciudad perfectamente go­bernada.( Foucault:202)
Oh! Linda La Paz, atravesada , desgarrada en su unidad, dividida en dos, difícil de atravesar, es el día de la cerveza, los letreros dicen tome lo que guste, sin consideración, falte la norma bebiendo en público, de la comida no se preocupe, fuera el decoro y la etiqueta, bolsas plásticas, papeles y cartones que contienen la abundante comida, se mezclan y simbolizan la diversidad y la tolerancia, cuando se juntan los envases de Burguer King, con los de Charquecan Orureño, el sándwich en papel con la bolsita de llajua.

El barrilito y la señora de barrilito: amos y señores del gran poder

Al inicio de la fiesta cuando tenía un tinte más religioso que de poder económico, la danza característica de la morenada era ejecutada solamente por varones, las esposas recorrían las calles detrás de los morenos, cuidando las plumas del costoso flamín a manera de casco, cuidaban la seguridad física de los varones quienes en un encuentro con la tierra deseaban caer de bruces para matrimoniarse con la pachamama, ese barrilito que por lo justo y apretado del traje lo denominan así, bailaba en un paso cansino al son de la matraca, a momentos por el peso de la máscara las esposas o acompañantes de los morenos llevaban las máscaras y la matraca, seguramente interviniendo en la danza a fuerza de participar en ella,   para la década de los setenta los grupos permitían el ingreso de homosexuales que bailaban de mujeres a manera e figuras de la danza. A fuerza de insistir hoy la situación cambia, la participación de la mujer es masiva en la danza de la morenada, las fraternidades buscan cada vez mejores y más exuberantes diseños de los trajes, al punto que las damas son quienes llevan los trajes más costosos, no es una sola parada o conjunto de pollera manta y sombrero, requieren más si desean mantener el estatus. En declaraciones a medios de comunicación dieron a conocer los folkloristas entrevistados, que los gastos ascienden a hasta 10.000 dólares en atavíos, para demostrar que juegan un rol social que en otrora por su nivel popular era excluido de la sociedad paceña.  Si antes las mujeres solo custodiaban a los morenos, hoy requieren contratar servicios de seguridad física para cuidar los ornamentos de los trajes, como aretes, prendedores y anillos que son de oro puro.

Lo importante es no sentirse excluidos, para esto es necesario participar de la fiesta en esa suerte de homogeneización, al punto que algunos fraternos para demostrar su poder económico, solo alquilan las joyas que llevaran en la fiesta y en algunos casos arriesgan dineros, casas y propiedades con el fin de pasar el preste o corresponder a los invitados, quienes no pueden acceder a esos gastos se marginan de las fraternidades en beneficio de otros que sí están a la altura de los gastos. Aquellos que desean integrar las fraternidades tarde o temprano estarán dispuestos a entrar en la suerte de alferazgos y le tocará realizar gastos como lo enuncia Foucault “pro­yectar los desgloses finos de la disciplina sobre el espacio confuso del internamiento… con los métodos de distribución analítica del poder… servirse de los  procedimientos de individualización  para  marcar exclusiones”(Foucault, 1993: 202)

La entrada también es excluyente primero por lo económico, no baila toda la población, baila quien puede erogar la suma total requerida para ensayos, recepciones y el evento e sí, también excluye en esa organización a quienes no comparten ciertas costumbres, sin embargo el día de la entrada la calle esta expuesta y abierta a locos, indigentes, alcohólicos y aquellos marginados que al escuchar las bandas no reparan en ingresar en el cortejo ocupando el último lugar pero el primero en ser ellos mismos y asumirse parte del colectivo. Son aceptados y hasta aclamados por quienes miran el paso de los señores del gran poder, una mirada de tolerancia.

La salida de la entrada folklórica del gran poder

Simmel el 2002 nos aclara que “los individuos aparecerían más libres, mientras que los actos de una masa estaría determinados por leyes naturales”, en otras palabras la clase popular emergente con la coyuntura actual y habiendo encontrado ya una clase digna de opresión, la raza indígena, por que no hay que dudar de la cantidad de empleadas, empleados y servidumbre que tienen los Auténticos Reyes y Únicos Fanáticos del Gran Poder o las auténticas Mamacitas Huyuyuy de los Catedráticos, si ya tienen a quien dejar el lugar de discriminación, de seguro los comerciantes minoristas, los vendedores ambulantes y todo recién llegado de las áreas dispersas, término que se refiere al campo, las provincias y los pueblos alejados de las áreas urbanas.

En este fin de fiesta, quisiera describir un panorama de sobrevivencia de lo individual en un colectivo, la autodenominada clase popular emergente, en un tiempo más ya no será tan popular, por que otro grupo social emergerá queriendo ocupar su lugar, tal vez los que bailan la entrada de chutas choleros, aunque algunos ya invaden silenciosamente el espacio de los comerciantes profesionales del gran poder.

Es la lucha por la identidad de quienes desean asegurar su poder, demostrando ostentación y derroche, aunque también es una muestra de organización, tanto en los prolegómenos de las fiestas como la misma entrada, se observan fraternidades bien organizadas, controladas en tiempo de ingreso, lugar, número de integrantes, ingreso por antigüedad, séquito que comienza con sus banderas y blasones, autoridades eventuales de cada cortejo, prestes con imágenes y detrás los fraternos, post presidentes, posteriormente los más antiguos y al final los grupos de novatos que inician la carrera que, como individuos ansían prontamente volverse colectivos en una ciudad muy gobernada, parafraseando a Foucault.

De esta manera, termina la entrada, larga, fastuosa, poderosa, la lucha de clases continúa solo unos meses para restablecerse y continuar una campaña para asumir la próxima fiesta, ya comenzarán los primeros ensayos y habrá que trabajar más para también derrochar más como ostentación de poder. El poder del Gran Poder.

Bibliografía

Chartier, R. (1996). La quimera del origen. Foucault, la ilustración y la revolución francesa. En Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marín. Buenos Aires, Argentina: Manantial.
Foucault, M.  (1993). El panoptismo en Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. D.F., México: Siglo XXI Editores
Goffman, I. (1970). Sobre el trabajo de la cara. Análisis de los elementos rituales de la acción social. Buenos Aires, Argentina: Amorrotu
Goffman, I. (1997). El arte de manejar las impresiones. En Goffman la presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires, Argentina: Amorrotu
Rivera, S. (1993). La raíz: colonizadores y colonizados. En: Albo, Xavier y Barrios, Raúl. Violencias encubiertas en Bolivia. La Paz, Bolivia: CIPCA-Aruyiwiri
Simmel, G. (2002). Cuestiones fundamentales de Sociología. Barcelona, España: Gedisa editorial.