Una historia de poder y estatus de
ser individual a ser colectivo
por: Pablo Aranda Manrique
A manera de prologo
En este documento se trata de
ver la historiografía en relación con las ciencias sociales, en una perspectiva
cultural que en la búsqueda de relacionar a la historia con el poder, encontramos
una expresión ancestral como es la danza, en este caso, la Entrada del Señor Jesús
del Gran Poder, nos permite a partir de la realidad hacer historia. Es el tema de
la cotidianidad, el encuentro del individuo con su ser colectivo a través de su
cultura, con la determinación de ascenso en la escala social, al cual responde
su ser, en un comportamiento propio de la acción de la toma del poder, reafirma
su autoestima, al adoptar un rol, en este caso el individuo que pasa a la
categoría de fraterno, aunque el termino evolucionado es folklorista, palabra
inglesa que hace referencia al saber del pueblo, pero que en nuestro medio es
traducida como danzante, bailarín, representante de la cultura con una carga
emocional, que reivindica el anhelo de dominación del prójimo a través de la
ostentación.
Ese empoderamiento que
analizamos, tiene un pasado de opresión, humillación, el de ser mestizo,
criollo o indio y por esto, no acceder a una sociedad eurocentrista, que ve en
el hombre de tez clara, un modelo, y en el capitalismo neoliberal, su ejemplo
de empresa y organización. Sabe que en lucha por su asenso para pertenecer a un
círculo de pequeño emprendedor o empresario privado, requiere no solo alcurnia
sino riqueza heredada, al pertenecer a una fraternidad adquiere ese rol y al
ser parte de una gran organización también cumple su afán de ganar territorio,
a lo largo del documento la metáfora entrada del gran poder, la contrastaremos
con la ciudad , con la macro organización y con la empresa, para comprender su
desarrollo y su contenido vamos a parangonarla con el panoptismo en la
concepción de Foucault, que en la actualidad no es la cárcel con una torre de
control solamente, sino que se asemeja a una ciudadela de cristal que ejerce un
control en sus miembros, exigiendo transparencia pero a la vez con cierto grado
de boyerismo y exhicionismo, propio de sociedades acostumbradas al
hostigamiento y desmedido control.
El análisis de la entrada del
señor del gran poder, es transversalizado en este trabajo, a partir del
panoptismo, que en esa relación de la historia y el poder, también tiene en su
abordaje metodológico la descripción y el comentario de los detalles, en la
manifestación del hecho histórico, no solo al analizar sus relaciones de causa
y efecto en una visión macro sino en la riqueza de la fragmentación del
discurso. El panóptico es entendido como un modo generalizador, “una manera de
definir las relaciones del poder con la vida cotidiana de los hombres” (Foucault,
1993:208). Abstraído de todo obstáculo , de toda resistencia , la visión al
contrario de la de Bentham lo presenta como una institución particular, bien
cerrada sobre ella misma, en Foucault es transparente, donde el ejercicio del
poder es controlado por la sociedad entera, en el caso de la entrada hablamos
de un control total y transparente del movimiento de cada fraternidad y de cada
fraterno, cada uno tiene su lugar y su función en todo momento, en esta
organización onírica se juegan roles atribuidos por el control social, serán
expulsados quienes salen de ese marco.
La territorialidad del fraterno: de Chijini al Prado
Es una toma pacífica de la
ciudad, en la fiesta esta presente en el calendario de entradas, marchas y desfiles
que es menester que ocupen el centro de la ciudad de La Paz , el escenario se predispone
semanas antes, los ensayos de coreografía meses antes, pero qué hay de una
ciudad metropolitana de aproximadamente 80.000 habitantes que se siente
atravesada, dividida en dos el día de la fiesta, no es de extrañar, La Paz , siempre estuvo dividida,
desde su fundación, el río Choqueyapu era la frontera entre blancos e indios,
cada uno con su Iglesia, Churubamba para los españoles y San Francisco para los
indios. En la fiesta ingresa la comitiva por el centro retando a quienes
habitan a desgarrar su identidad, unos los de automóviles y comodidades, fatigados
por la intromisión de quienes solo beben
y hacen demostración de tiempo para perderlo, y los otros, los más, quienes se
apostan en las graderías, en las calles y en los edificios para aclamar a sus
estrellas, al año comentan entre ellos, serán los próximos fraternos en la
morenada de su predilección.
La invasión no muy silenciosa,
la integran los músicos engalanados con lujosos atuendos, incansables tropas de
Morenos y sus cholitas, Thinkus, Caporales, Llameros y Cullahuas, coreando
alegres estribillos que hacen eco a los instrumentos de las bandas, el poder
del gran poder, si antes la fraternidad tenía cuatro tropas hoy tiene seis, si
antes eran dos bandas ahora son tres, sin antes los músicos solo tocaban hoy
cantan, entonan coros en una demostración de fuerza y cantidad, todos pueden y se sobreponen al resto en una
franca competencia producto del afán de ganar y mostrar más lujo, más poder.
El escenario es un juego de toma
de territorios, se inicia primero en la
zona, después en el barrio, posteriormente en varias zonas y hoy en la ciudad
entera, decía Goffman en el año 1967: “estrecho entrelazamiento entre las
propiedades rituales de las personas (léase individuos) y
las formas egocéntricas de la territorialidad”, fueron así conquistando calles
y avenidas, ampliando el territorio, aunque después de la fiesta quienes
ostentan poder, estén diseminados en toda la ciudad y en El Alto, sus
directivos, cabezas, alférez y prestes, tienen su territorio base, la calle de
los electrodomésticos, de la última tecnología, de la línea blanca, la zona del
contrabando.
En otrora las calles León de la Barra y la Eloy Salmón , bastaban
para albergar a los vendedores de radios, pilas y máquinas de coser, ahora los
límites se extienden en la medida en la que crece el comercio de la zona, con
sucursales en la calle Huyustus y en cada una de los mercados que albergan el
comercio informal, extendiéndose en la toma de la ciudad, pero los mayoristas
se encuentran en la cuna del folklorismo, la zona del Gran Poder. “La
demarcación de territorios y regiones rompe y rehace antiguas divisiones
geográficas, y crea nuevos límites y flujos” (Gonzáles 2006:423), en esta
máxima diría Gonzáles Casanova se expande el comercio con capitales nativos
públicos y privados, es indudable que la fiesta además al invadir la zona
central lleva consigo un movimiento económico que en muchos casos alivia el alto
costo de vida para quienes viven de trabajos temporales y no tienen un ingreso
económico estable o es muy reducido.
El poder de la máscara: del comportamiento individual al colectivo
Ya lo decía Silvia Rivera, son
siglos de resistencia envueltos en transformaciones culturales que tienen
vínculos de violencia estructural, en esa línea, el comportamiento humano es
contestatario, en cuanto es violentado el individuo reacciona frente con
empoderamiento y cierta violencia también, esos rostros del gran poder que en
fiesta cambian de color , se vuelven más homogéneos con el grupo, son propios
de “ideologías ancladas en la homegenidad cultural” (Rivera en Barrios,
1993:30), la sumisión y empeño por el buen servicio a quienes prejuzgan su
relación de poder el momento de la transacción monetaria, me refiero a quienes
invaden también en tiempo de paz, para el abastecimiento de productos que están
a la venta, ejercen cierto poder sobre vendedores, el hecho de que en la
transacción, ejerce su poder quien hace la compra y violenta a quien la vende
en una relación desigual. Esos semblantes de vendedoras y vendedores, de
carniceros, minoristas, y ramas anexas que participan en la fiesta cambian, se
transforman para la fecha, adquieren un poder. Ya no están en sus puestos, en
las tiendas, en el comercio, están en un espacio público que toman a manera de
conquista, están del otro lado del mostrador.
El espacio público además, esta
delimitado por un estímulo que supera la inseguridad, flanqueado por paredes de
cerveza, ayuda el estado de emotividad para ser más dueños del comportamiento
colectivo, el hecho de beber en público da cierto nivel de trascendencia al
transgredir el orden público, “cuando una persona presiente que está en cara
responde en general con sentimientos de seguridad”, en otrora quienes vestían
diferente por el uso de la pollera, tenían rasgos más morenos y lenguaje
popular, los vendedores de pilas Rayo Back, los tocuyeros y bordadores, hoy sus
hijos y en algún caso sus nietos, comparten sus actividades comerciales con
otras profesionales que, no solo hacen del comercio su medio de vida sino el
ejercicio de la profesión libre proporciona sustento.
A partir de la descripción de lo cotidiano en detalles, Foucault y la
historia, nos orienta en la reflexión de la riqueza del discurso que observamos
en la entrada del Señor del Gran Poder, es propio de una sociedad en rebeldía
en constante lucha de clases que vierte en cada elemento: los trajes, el
arreglo corporal, las bandas, los pasos, la coreografía, los ritos antes y
después del evento, muestran en su conducta la necesidad de ocuparse de sí como
individuo e insertarse en su fraternidad, para tomar el control como ser colectivo.
Solamente observando los cambios en el atavío y el abalorio del cuerpo, se entiende
esa necesidad de asenso de ahí que las fraternas asumen el mismo color de tinte
de cabello, los mejores intentos por igualar el maquillaje y los accesorios,
buscan la homogeneizar hasta el barniz de las uñas, en un intento por cambiar
su mirada hacia sí, del cotidiano día o días de
trabajo agotador, en el comercio o en la actividad laboral, una vez al
año llegan semanas en que peinados y vestimentas cambian un cuerpo agobiado por
el trabajo. Sin embargo no es el carnaval que en el desorden y la lujuria
encuentra su catarsis, al contrario, se impone un derroche desmesurado,
paradójicamente en un orden estricto.
El rostro siempre usa una
máscara en su asenso social, la pregunta es si para acceder a la nueva clase
social, llamada burguesía chola o clase emergente, es imprescindible que pasen
por una fraternidad, se codeen con las élites folkloristas, no asumiendo su
clase media al preferir llamarse clase folklorista, revitalizador, heraldo de
la cultura. Tal vez en un afán de pasar de lo individual a lo colectivo no
importa si los hijos de los comerciantes estudiaron en colegios particulares
donde les enseñaron a odiar lo popular o en universidades extranjeras donde
aprendieron la importancia de la interculturalidad. La respuesta no se deja
esperar, no se trata de autóctonos o individuos de estirpe migratoria cuyos
abuelos emigraron del campo para iniciar un pequeño negocio, hoy son señores
folkloristas que pasan a la categoría colectiva de “devotos” que al bailar por
devoción se insertan en un colectivo, no solamente cuyo poder emana de lo
económico o la posibilidad de su participación en la fiesta, sino su motivación
es religiosa y no hay poder más grande que el participar de lo divino.
Justifiquemos esa ascensión de
clase popular a clase folklórica devota: Primero, esa cara responde a la
milenaria solicitud de que el individuo esta inmerso en la fe católica a un
señor que inicialmente tenía tres rostros, la trinidad en un cuadro que,
posteriormente por orden de la iglesia, se queda con un solo rostro, es una
buena posición en la sociedad: el ser religioso. Segundo, el asenso de clase
justifica y equilibra, el requisito
principal para ser socialmente aceptado, que es el ser blanco y mucho mejor con
un algo que ligue el apellido con España, en este caso se justificaron los
cambios de apellido, acción bien ilustrada en el antes mencionado ex
vicepresidente y hoy presidente de la Morenada Señorial
Illimani. Y tercero, la relevancia del proceso de exclusión:
la de crecientes poblaciones que pese a haber abandonado la comunidad, la
agricultura y hasta la identidad indígena para migrar a las ciudades, tampoco
han encontrado vías de asimilación a la cultura occidental criolla, los cholos,
Xavier Albo, nos habla de “cabalgar entre dos mundos” y que por su capacidad de
articularlos, sin poder dejar atrás el estigma de “casi o ex indios” habitan
nuestras sociedades en condiciones de discriminación.
Nueva parada: en el
panoptismo de la exclusión
Elegantes vestimentas, trajes estilizados con mucho que mostrar y muy
apretados en las y los jóvenes, en las señoras mucha joya de oro, al punto que
si antes las mujeres iban detrás de los morenos, hoy los morenos van detrás de
las señoras, en general, contratan servicios de seguridad para bailar
tranquilos. La ostentación en el vestir se completa con el derroche en la
bebida y la demostración amenazante que se puede romper con una norma social de
sobriedad, es difícil erradicar la imagen del moreno y la “palomita blanca o
rosa de Viacha” con una lata de cerveza en la mano, esta imagen completa el
espacio ganado en medio de la urbe paceña y a lo largo del recorrido de la
entrada, para Bourdieu “El espacio social se define como una exclusión mutua, o la distinción
de las posiciones que lo constituyen… como estructura de yuxtaposición de
estructuras sociales … una topología social …. La distinción”.
En su idea de panoptismo
Foucault nos hace ver una ciudad tomada por las fraternidades que testifican su
poder a través de la demarcación de su recorrido, si se desea ver la coreografía
o la disposición se requiere estar en un lugar alto, las graderías no bastan
serán los edificios altos que harán de torres de vigilancia, atalayas en las
cuales se aprecia el poderío del fraterno que por un día y algunos fines de
semana gobierna la ciudad y la zona de procedencia,
“La ciudad apestada, toda ella atravesada de
jerarquía, de vigilancia de inspección, de escritura, la ciudad inmovilizada en
el funcionamiento de un poder extensivo que se ejerce de manera distinta sobre
todos los cuerpos individuales, es la utopía de la ciudad perfectamente gobernada.( Foucault:202)
Oh! Linda La Paz , atravesada , desgarrada
en su unidad, dividida en dos, difícil de atravesar, es el día de la cerveza,
los letreros dicen tome lo que guste, sin consideración, falte la norma
bebiendo en público, de la comida no se preocupe, fuera el decoro y la
etiqueta, bolsas plásticas, papeles y cartones que contienen la abundante
comida, se mezclan y simbolizan la diversidad y la tolerancia, cuando se juntan
los envases de Burguer King, con los de Charquecan Orureño, el sándwich en
papel con la bolsita de llajua.
El barrilito y la señora de barrilito: amos y señores del gran poder
Al inicio de la fiesta cuando
tenía un tinte más religioso que de poder económico, la danza característica de
la morenada era ejecutada solamente por varones, las esposas recorrían las
calles detrás de los morenos, cuidando las plumas del costoso flamín a manera
de casco, cuidaban la seguridad física de los varones quienes en un encuentro
con la tierra deseaban caer de bruces para matrimoniarse con la pachamama, ese
barrilito que por lo justo y apretado del traje lo denominan así, bailaba en un
paso cansino al son de la matraca, a momentos por el peso de la máscara las
esposas o acompañantes de los morenos llevaban las máscaras y la matraca,
seguramente interviniendo en la danza a fuerza de participar en ella, para
la década de los setenta los grupos permitían el ingreso de homosexuales que
bailaban de mujeres a manera e figuras de la danza. A fuerza de insistir hoy la
situación cambia, la participación de la mujer es masiva en la danza de la
morenada, las fraternidades buscan cada vez mejores y más exuberantes diseños de
los trajes, al punto que las damas son quienes llevan los trajes más costosos, no
es una sola parada o conjunto de pollera manta y sombrero, requieren más si
desean mantener el estatus. En declaraciones a medios de comunicación dieron a
conocer los folkloristas entrevistados, que los gastos ascienden a hasta 10.000
dólares en atavíos, para demostrar que juegan un rol social que en otrora por
su nivel popular era excluido de la sociedad paceña. Si antes las mujeres solo custodiaban a los
morenos, hoy requieren contratar servicios de seguridad física para cuidar los
ornamentos de los trajes, como aretes, prendedores y anillos que son de oro
puro.
Lo importante es no sentirse
excluidos, para esto es necesario participar de la fiesta en esa suerte de
homogeneización, al punto que algunos fraternos para demostrar su poder
económico, solo alquilan las joyas que llevaran en la fiesta y en algunos casos
arriesgan dineros, casas y propiedades con el fin de pasar el preste o
corresponder a los invitados, quienes no pueden acceder a esos gastos se
marginan de las fraternidades en beneficio de otros que sí están a la altura de
los gastos. Aquellos que desean integrar las fraternidades tarde o temprano
estarán dispuestos a entrar en la suerte de alferazgos y le tocará realizar
gastos como lo enuncia Foucault “proyectar los desgloses finos de la disciplina
sobre el espacio confuso del internamiento… con los métodos de distribución
analítica del poder… servirse de los
procedimientos de individualización
para marcar exclusiones”(Foucault,
1993: 202)
La entrada también es excluyente
primero por lo económico, no baila toda la población, baila quien puede erogar
la suma total requerida para ensayos, recepciones y el evento e sí, también
excluye en esa organización a quienes no comparten ciertas costumbres, sin
embargo el día de la entrada la calle esta expuesta y abierta a locos,
indigentes, alcohólicos y aquellos marginados que al escuchar las bandas no
reparan en ingresar en el cortejo ocupando el último lugar pero el primero en
ser ellos mismos y asumirse parte del colectivo. Son aceptados y hasta aclamados
por quienes miran el paso de los señores del gran poder, una mirada de
tolerancia.
La salida de la entrada folklórica del gran poder
Simmel el 2002 nos aclara que
“los individuos aparecerían más libres, mientras que los actos de una masa
estaría determinados por leyes naturales”, en otras palabras la clase popular
emergente con la coyuntura actual y habiendo encontrado ya una clase digna de
opresión, la raza indígena, por que no hay que dudar de la cantidad de
empleadas, empleados y servidumbre que tienen los Auténticos Reyes y Únicos
Fanáticos del Gran Poder o las auténticas Mamacitas Huyuyuy de los Catedráticos,
si ya tienen a quien dejar el lugar de discriminación, de seguro los
comerciantes minoristas, los vendedores ambulantes y todo recién llegado de las
áreas dispersas, término que se refiere al campo, las provincias y los pueblos
alejados de las áreas urbanas.
En este fin de fiesta, quisiera
describir un panorama de sobrevivencia de lo individual en un colectivo, la
autodenominada clase popular emergente, en un tiempo más ya no será tan
popular, por que otro grupo social emergerá queriendo ocupar su lugar, tal vez
los que bailan la entrada de chutas choleros, aunque algunos ya invaden
silenciosamente el espacio de los comerciantes profesionales del gran poder.
Es la lucha por la identidad de
quienes desean asegurar su poder, demostrando ostentación y derroche, aunque
también es una muestra de organización, tanto en los prolegómenos de las
fiestas como la misma entrada, se observan fraternidades bien organizadas,
controladas en tiempo de ingreso, lugar, número de integrantes, ingreso por
antigüedad, séquito que comienza con sus banderas y blasones, autoridades
eventuales de cada cortejo, prestes con imágenes y detrás los fraternos, post
presidentes, posteriormente los más antiguos y al final los grupos de novatos
que inician la carrera que, como individuos ansían prontamente volverse
colectivos en una ciudad muy gobernada, parafraseando a Foucault.
De esta manera, termina la
entrada, larga, fastuosa, poderosa, la lucha de clases continúa solo unos meses
para restablecerse y continuar una campaña para asumir la próxima fiesta, ya
comenzarán los primeros ensayos y habrá que trabajar más para también derrochar
más como ostentación de poder. El poder del Gran Poder.
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